No siempre llevo conmigo una máscara, a veces me la olvido arriba del escritorio o al lado de la mesita de la puerta de entrada... o sobre la cama.
Guardo varias en el mueble del perchero, junto a la ropa. Aunque últimamente ando así, a cara pelada. No importa si el sol quema, o molesta el viento con alguna basurita en el ojo.
Hoy caminé sin ella y necesité un helado de crema para ser indiferente a la desnudez de la piel, me concentré en el gusto del chocolate y en las personas que circulaban a mi alrededor.
Me recosté en el parque, miré palomas, sentí la hierba verde, húmeda y acolchonada sobre la espalda.
Lavé culpa de no llevar máscara puesta.
Sin escenario, en vano el actor.